Más conocimientos técnicos : el aparente desarrollo de las empresas
Señor
gerente: por más que busque soluciones en la tecnología, en las máquinas o en
preverse de los mejores insumos, nada lograría si la solución a los problemas
de producción está en la actitud de los mortales que trabajan con usted. Nunca
un proceso, que se denomine totalmente automatizado, es rígido, siempre está
aceptando parámetros funcionales, por lo que necesita continuamente del manejo
humano. Si en un proceso manufacturado, el riesgo de error está dispersado en
todos los que trabajan en la línea de producción; en un proceso automatizado,
el riesgo está concentrado en una sola o pocas personas, cuanta importancia
deberíamos de dar, en estas pocas personas, para un efectivo trabajo y control
de los mismos. Por cualquier lado, donde se mire la eficiencia siempre
tendremos delante de la vista el mismo paraje, el factor humano.
En una empresa manufacturera textil se
adoptó una política facilista. Para cada problema, se creaba un cargo; en menos
de cuatro años la empresa duplicó a su personal. El negoció era de oportunidad;
pero esta condición hacía que ante un problema, la gerencia decidiera contratar
a una persona que se haga enteramente responsable de su solución. Germinaron cargos como una especie de accesorios para
que las cosas marchen bien; se crearon puestos con títulos nunca antes oídos:
había gerentes adjuntos, jefes adjuntos, jefes “con el título del problema
encargado”. Al venirse la crisis internacional, se tuvo que despedir a más del
veinticinco por ciento de los empleados profesionales por reducción de costos.
Existen aún, organizaciones que gastan miles
de dólares anuales en capacitación, desde cursos básicos de gestión hasta
maestrías, prometedoras de un desarrollo profesional, nada más incierta y vana
esta conclusión. Capacitación que es otorgada como una recompensa, como una
fuerza motivacional para que se sigan haciendo las cosas bien, o con miras a
paliar la falta de conocimientos atribuidos a errores. Lo primero puede agregar
un título nobiliario al empleado, nada productivo para la empresa. Lo segundo
puede ser un desperdicio de dinero y de tiempo; puesto que sobre un aprendizaje
de más conocimientos, que no son la solución a los problemas y las
ineficiencias, se trata de justificar mediante la capacitación, la falta de
compromiso y la actitud del personal (no generalizo esta teórica opinión, ya
que considero que una acción tiene dos pilares: conocimientos y actitud,
ninguna sin la otra; la sinergia de esta hermandad logra las acciones correctas
y productivas de una gestión). Un gerente con poca personalidad, un jefe que tiembla para dar órdenes
o que se deja manejar por sus subordinados, puede hacer que en un descuido o en
una negligencia repetitiva, se pierdan los mismos dólares que usted buscó en la
capacitación. Hace diez años atrás me encontré con un gerente de mantenimiento
muy justo, excelente para tomar juicios correctos de las cosas, muy observador
a lo que estaba pasando, un técnico totalmente analítico en su labor. Pero a
este buen profesional le faltaba algo, su voz era tan pausada, lenta y débil
que no se hacía sentir; si sus reclamos eran suplicas por mejorar, sus órdenes
eran sugerencias voluntarias.
Lo que
muchos llamamos “mejoras”, en una empresa, podría no ser más que la observación
y la posterior corrección de una falla, de un error antiguo y continuo; que
ante la ceguera de la costumbre, no lográbamos identificar y, tardíamente,
optamos por cortar. No es que hayamos mejorado la curva de una correcta gestión,
en lo más mínimo, déjenme ser duro con esta crítica. Mejorar no es corregir una
falla, prefiero utilizar el término indicado, redundo: “corregir”, que es más
apropiado para este tipo de cambio, que no deja de tener una dirección positiva,
por supuesto. Pero utilicemos el término “mejorar” cuando después de hacer lo
correcto incrementemos su eficiencia logrando mayores y mejores resultados.
Quizá hable por un malestar de experiencias pasadas; pero escuché este término
con tanta frecuencia que creo haberlo acumulado más allá de la saciedad para
expresar mi incomodidad por su concepto. Lo que muchos llamamos “proactividad”
no sería más que, también, una manera de adelantarnos para corregir lo mal que
se están llevando las gestiones. En fin, titulamos victorias que no lo son para
tratar de automotivarnos o cambiar líneas de pensamiento, disculpándonos
meritoriamente de lo mal que se están haciendo las cosas; puede ser bueno, pero
no justifiquemos ni ocultemos la ineficiencia.
Usualmente, existen dos escenarios que puede
encontrarse una organización: uno, en pleno crecimiento; dos, estancada en su
producción y negocio. Si se encuentra en una etapa de crecimiento, la curva de
aprendizaje está en ascenso, entonces, los procedimientos en la gestión
administrativa son nuevos y se van implementando. En las áreas de producción,
la técnica se va mejorando, se va ajustando y se van estableciendo los
parámetros de calidad que regirán las características del producto y del
proceso. Los costos por los errores son continuos y en algunos casos
significativos; la mayor parte se aprende de experiencias “in situ” que de
conocimientos teóricos. Considerando que muchas llegan en un tiempo determinado
a un techo de mercado, más allá, el crecimiento se impulsará con significantes
estrategias de inversión de capital o cambio de giros de la línea del negocio.
Por lo tanto, cuando la organización es madura y estancada en su inversión esta
curva de aprendizaje va decayendo y queda muy poco por hacer; no hay más
reingeniería y no hay más detalles que determinar. En esta etapa, si existieran
errores serían nada más que humanos; porque las normas, los procedimientos y
los procesos ya están dados. El “sentido común” sería la mejor herramienta para
corregir errores, fallas o procedimientos, y éste nos dirá que no hay nada más
que agregar ¡Sólo es cuestión de romper paradigmas! Prevengo, el estancamiento
en el negocio no significa estancamiento en el desarrollo de las personas o
trabajadores ¡Sí! Una disminución del esfuerzo por aprender nuevos
conocimientos aplicativos de gestiones administrativas u operativas. Moraleja
al mensaje: “si queremos avanzar busquemos una manera diferente de trabajar y
lo mejor es cultivarlo en la actitud del personal”.
La
competitividad siempre obliga a las organizaciones a adoptar nuevas estrategias
organizacionales (departamentalizar la cadena productiva, centralizarla,
descentralizarla o formalizarla, etc.) o nuevas estrategias en la estructura
tecnológica (nuevos equipos, nuevas herramientas y métodos de operación, la
automatización sigue siendo un cambio permanente). Estas variantes requieren
necesariamente de un líder catalizador capaz de manejar el cambio y el recurso
humano traducido en cambios de actitudes, de expectativas, de percepciones y de
comportamientos, y cambios en la calidad de las relaciones laborales. Estas
variantes requieren de un avezado capaz de romper paradigmas en otros. Pero ¿cuantas
veces nos han mirado mal por tratar de cambiar las cosas? ¿Cuantos pleitos nos
hemos ganado por corregir las operaciones? ¿Cuánta envidia hemos generado
cuando pensaban que si proponíamos algo, era para sobresalir? No hacerle frente
a situaciones personales improductivas es una mezcla de facilismo y temor
asociado; un defecto y un actuar trágico en el recurso humano que está en los
niveles altos de una organización. Cabe decir que los gerentes internos, al
aplicar estos cambios, tendrían que ser cuidadosos, pues, tienen que vivir con
la responsabilidad de las consecuencias. Algunas corporaciones se apoyan en consultores
externos, pero estos tienen una ligera desventaja: una comprensión limitada
acerca de la cultura organizacional, de la personalidad de los trabajadores y
del clima laboral que acompaña.